Desde su casa en Luisiana, Travis Dardar nos muestra una enorme terminal de exportación de gas y el terreno que podría albergarla.
La víctima colateral de la industria del gas estadounidense nos dice incluso que este proyecto es "mucho peor que un huracán" tras el cual "se puede reconstruir".
La crisis del gas ruso no puede mejorar la situación. De hecho, Estados Unidos quiere aprovechar para exportar gas licuado (GNL). Pero estas exportaciones requieren enormes construcciones que se asientan sobre plataformas de hormigón. Se encuentran principalmente en la región costera entre los estados de Texas y Luisiana.
La terminal cuya construcción está prevista se situaría a un centenar de metros de la casa de Travis Dardar y su esposa, que se verían obligados a abandonar el lugar si el proyecto sigue adelante, con la esperanza de que su terreno sea comprado de nuevo a un precio adecuado.
También está previsto otro proyecto en el lugar donde la pareja solía pescar camarones y ostras.
Tras el inicio de la invasión rusa de Ucrania, el presidente estadounidense Joe Biden prometió aumentar las exportaciones de GNL a Europa, que depende en gran medida del gas ruso.
Según el Centro de GNL, ya se han exportado 44.600 millones de metros cúbicos en 2022, frente a los 26 de 2020. Estados Unidos se ha convertido así en el mayor exportador de GNL del mundo. La industria se encuentra principalmente en el Golfo de México, un lugar estratégico con una gran infraestructura. Sólo en esta zona se encuentran 5 de las 7 terminales del país y 22 de los 24 proyectos presentados a las autoridades. Una actividad que debería traer "muchos puestos de trabajo, según Charlie Riedl, director ejecutivo del Centro de GNL". Según él, el gobierno debe autorizar los proyectos sin demora, siempre que respeten los criterios medioambientales.
Los habitantes, en cambio, consideran que se están "sacrificando" las costas de Luisiana y Texas.
"Tienes ruido, luz, contaminación atmosférica y varias decenas de hectáreas de pantano hormigonado"
"Hay ruido, luz, contaminación atmosférica y decenas de hectáreas de marismas hormigonadas", dice John Allaire, que señala desde su barco la nueva terminal que se ha construido cerca de su casa. Además, los buques metaneros provocan enormes olas que erosionan la costa.
La ciudad texana de Port Arthur cuenta con varias instalaciones petroquímicas.
Cerca de la terminal de Cheniere Energy -que el año pasado pagó casi 1,5 millones de dólares en multas por grietas en sus tanques- el activista John Beard dirige una "gira tóxica" por la zona, junto con grupos ecologistas.
En junio, una explosión provocó el cierre temporal de la terminal de GNL de Freeport, situada más al sur, lo que recordó a los residentes los riesgos inmediatos de este singular barrio.
Pero John Beard, director de la Red de Acción Comunitaria de Port Arthur, denuncia también los efectos a largo plazo sobre la salud de los residentes, en su mayoría minoritarios.
La mayoría de la población de Port Arthur es afroamericana o hispana, y una cuarta parte de ella vive por debajo del umbral de la pobreza, según la Oficina del Censo de Estados Unidos.
El condado tiene una tasa de mortalidad por cáncer un 25% superior a la del resto del estado, según el Registro de Cáncer de Texas.
John Beard cree que los fabricantes no han elegido esta zona por casualidad: "Están tomando el camino de menor resistencia, el camino de los pobres, el camino de los que no tienen acceso a abogados, que no tienen la educación o el conocimiento.